viernes, 24 de julio de 2015

Se nos muere el amor

"Y cuando abrí los ojos, me di cuenta que todo había cambiado; yo me había quedado estancada hace dos años atrás, ellos, todos ellos habían continuado sus vidas"



El día que nací -desde el principio- supe que, voluntariamente o no, todo lo que conocí acabaría; la luz enceguecedora, los colores brillantes, las sonrisas sinceras y las miradas correspondidas. Desaparecieron.



Todo lo que en algún momento me definió, todo por lo cual me identifican.


Sí, ese soy yo... O era -depende de cuando leas esto- Bueno, al menos en tiempos de antaño, solían llamarme por mi nombre, aunque a veces me cambiaban el nombre, pero siempre estuve implícito en las palabras.
Sí, siempre... O al menos eso pensé.

Nací en un tropical Septiembre, cuando menos lo esperaban y sentí rechazo, sentí miedo, hasta llegue a imaginar que no era bienvenido.
Mis primeras semanas fueron confusas y algo borrosas, me invocaban un Lunes y me desechaban los Viernes, sin embargo, mis ansias por florecer eran tales que sin importar la rudeza con la que me rechazaran, regresaba alegremente la semana siguiente. Así, hasta que me instauré en dos pequeños corazones

Eran jovenes, ninguno sabía mucho sobre mi; ni quién era, ni cómo funcionaba, nada. ERA PERFECTO. DOS HOJAS EN BLANCO, ¡SOLO PARA MI!. Simplemente no podía creerlo

Entonces, me puse en marcha.

Decidí instaurar sonrisas radiantes, instauré besos inexpertos, instauré alegría en dos cuerpos, que realmente no sabían nada de ella.

Les di consejos, los cuales eran indispensables para que mi trabajo diese fruto; les dije que debían practicar a diario, ¡les advertí que si dejaban de hacerlo sería como dejar secar en el desierto una flor! ¡se los dije!.

Sin embargo, jóvenes y arriesgados, fallaron por vez primera y fue entonces, cuando una pequeña grieta, una pequeña y débil grieta se formó en el centro de mi pecho. Es normal, pensé. Dicen que así lucen los experimentados. Es normal, pensé.

Fue entonces cuando quise dar un paso al costado, no me estaba retirando, no. Sólo decidí esperar un poco más; mi objetivo estaba fijado, fundir en las eternas miradas aquellos corazones, no fallaré, me prometí.

Así, transcurrió Octubre. Se nos fue Noviembre. Llegó Diciembre y con él la tan desagradable pausa, mi pausa.
Y se nos vino encima Enero y con él, atisbos de mi.


Sabía que ocurriría, ambos eran precoces y debían experimentar, debían caer y recién, luego de rasmillarse las rodillas, valorarían lo que es estar de pie.
Recién ahí yo sería útil.
Pero, en el camino apareció un joven que acabó -o al menos eso parecía- con mis planes iniciales.
Desató huracanes de mariposas, ¡incontrolables! -por no decir menos- y sin percatarme regresé a las pistas; realmente no aguantaba las ganas de hacer mi trabajo y obviando -un poco- mi inicial objetivo, jugué con mis "poderes" sólo por demostrarme a mi mismo lo que era capaz de hacer, sin embargo, fallé, elegí un pésimo momento para poner en práctica mis conocimientos y expuse a la muchacha a las sogas del enamorarse. Bastó que solo las mirara, bastó que se percatara del perfume del nuevo muchacho y acabó rendida a sus pies.

Febrero.

Pensé que no sufriría, pensé que mi principal objetivo estaba obsoleto.
Sin embargo, para mi gran desdicha, ella se enamoró y él no,

Fue entonces cuando mi primera grieta -mi grieta de la "experiencia"-  decidió bifurcarse y ya no me sentía orgulloso de aquella, más bien, esta vez, ardía y me hizo sentir débil, arrastró mis ganas de enseñar a amar y decidí retirarme de nuevo, esta vez sin objetivos próximos.

Transcurrió medio año y yo seguía oculto en rincones un poco fríos, en rincones un poco oscuros.

El recuerdo de mi primer intento, fue como encender una fogata en medio de una noche fría. Acogedor. Una buena idea.

Bastó una noche de insomnio para aparecerme entre las sábanas de la muchacha y sugerirle al oído aquella descabellada idea.
Entonces, temblorosa, soñolienta e impaciente, tomó su aparato móvil y tecleó lo más rápido que pudo: "No fumes, cuídate, no bebas, te quise"
Con el corazón a mil por hora, ella siguió mi consejo, era el segundo intento. Sí te quise.
Pasé el resto del año ocultándome entre sombras, ¡que año! sentía que con cada experiencia mis grietas se hacían mas profundas. Creí que de tanto fallar, ¡en cualquier momento me caería a pedazos!

Era tal mi mala racha que con solo recordar mis desamores, me resquebrajaba aún más. Aún así seguía funcional. Es normal, pensé, Todos deben sentirse así, es la experiencia. Es normal, pensé.

Acabó Diciembre, realmente me sentía fatal, un error más y decidiría retirarme por siempre. Me sentía morir, tan joven, con tantas ganas de enseñar, sin ningún triunfo.
Entonces, como lluvia de verano, se precipita sobre mi el recuerdo de mi primer propósito: juntar esos corazones, inmaduros en ese entonces.

Los reuní al fin, lo había logrado; me sentí nuevo, realizado, no cabía dicha en mi, los había enamorado a ambos. Les dí mis consejos y con sabiduría los tomaron y los hicieron suyos. Los impulsé a reír por puro sentimiento, los incité a escabullirse del ruido de la ciudad, los invité a vivir un romance que todos desean: hermoso, interminable.
Las risas iban, venían, les hice jurar amor eterno, los hice soñar, muchas tardes los dejé perderse en un incierto futuro.
-¿Será peligroso?, pensé
-¿Acabarán heridos?, temí. Yo no aguantaría otra caída más, una grieta bastaría para hacerme desaparecer por siempre.

Mas sólo bastó una palabra mal dicha, una brisa sutil para derribar las débiles murallas que rodeaban aquel mundo de ensueño en el que yo me había logrado asentar.

El silencio inundó cada rincón. El hielo caló hasta los huesos. La noche hizo una visita permanente. La apnea fue casi voluntaria.
Los jóvenes no miraron atrás, dejándome solo en el perfecto universo que habían creado. Rehicieron sus vidas, cesaron las llamadas, cesaron los mensajes y, por lo pronto, ya no había nada. Se había acabado.

En cuanto a mi, la última grieta se hizo presente, mis temores se realizaron y yo, sucumbí ante el hielo, de manera silenciosa me congelé, bastó una brisa, que en sus labios rezó el último adiós, para convertirme en polvo, para convertirme en un recuerdo, de lo que fui, de quién solía ser. Un recuerdo de aquel amor.





Abril, 2015