miércoles, 1 de octubre de 2014

A la deriva.

"Es dificil, plasmar un sentimiento con palabras, pues generalmente, sea lo que sea que escriba, no abarca la inmensidad de lo que es sentir algo."


El fantasma del ayer ahuyentaba todo tipo de sensación y alojaba unicamente dolor en el cuerpo... ¿Y el silencio? Destruye.
Bajo un manto de estrellas, una noche de verano, aquel joven ahogaba el llanto con las manos, como si de ésta forma, él lograse esconderse del universo.
Él en el sollozo apenas audible, se logran distinguir palabras, pensé en acercarme a él y preguntarle si podía ayudarlo, pues su dolor era evidente, mas simplemente me quedé ahí, sentado y lo escuché de nuevo:

-"Cuanto dolor provocas Ana, decidiste abandonar nuestro camino, todos nuestros sueños dejaron las alas en el suelo y perecieron con el paso de los meses"

Vaya, pensé un joven enamorado, sufriendo un amor no correspondido, ¡que curioso! ¿como es esto posible?. El dolor del muchacho calaba los huesos como el frio viento de las montañas en invierno, pues, en ese momento, en aquel lugar, el sol y el calor nos habían abandonado, reinaban las nubes y las gotas de lluvia tibia comenzaban a  ahuyentar a todo aquel que estuviera sin refugio, excepto al chico, que a pesar de la lluvia y despues de un rato estar empapado, parecia no darle importancia y se lamentaba:

-"Ana, dueles como la sangre que fluye detrás de una herida, eres el peor dolor que se ha inventado, ¿por que me abandonaste? Las noches, sin importar la estación del año, son frias sin ti, los días grises a pesar del brillo casi molesto del sol, no hay quien se compare contigo Ana, eres la unica que he amado y la unica en  mi corazon, mi corazon destrozado, pero en el aún te contengo, es mi lugar sagrado, al que sólo tu has logrado entrar, Ana, el mundo se cae bajo mis pies, Ana, me falta el aire sin tu amor."

El dolor de aquel joven era tal que quise acercarme a contenerlo, pues las lágrimas se convertian en mares y bañaban las perfectas mejillas del muchacho, quise preguntarle el nombre, pero en el aturdimento del sufrimiento, probablemente no lo recordaba, quise darle de comer, pero la comida ya no importaba, ya nada importaba si ella no estaba, pues su mundo había girado y habia decidido emprender un rumbo nuevo, y él quedó a la deriva de un viaje incompleto, a la deriva del único viaje que se debe hacer acompañado, el del amor.

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