A veces, sucede que deseamos convertirnos, en cualquier otra persona o un objeto, lo que sea con tal de salir de aquel pesar que nos cubre los hombros, daríamos cualquier cosa por canjear nuestra ubicación…
Cuando nos preguntan si somos felices, como aún no hemos desarrollado la capacidad de detenernos a pensar si realmente lo somos, o cual es el gran significado de aquella palabra tan corta pero extensa a la vez, simplemente nos remitimos a decir: “sí, soy feliz”, pero cuando nos cuestionan el porqué de esa “felicidad” debemos pensar e indagar en nuestra mente para lograr recopilar una mínima parte de lo que en algún momento nos sacó una sonrisa, pero, ¿eso es la felicidad?, quizá así solamente la definimos nosotros pero, ¿estamos cien por ciento seguros de que eso es?
Una vez me dijeron que ser feliz es estar bien contigo mismo, en otra ocasión, me contaron que la felicidad se logra cuando por fin estás completo por dentro y tienes lo que de verdad deseas y sientes indispensable para ti, pero, para todos, la felicidad es relativa, para mi puede ser verde y para otro puede ser azul, pues ya ves supongo que nadie puede definir la felicidad, a menos de que el mundo sea como aquel que intente definirla.
Entonces, ¿somos felices? Tenemos dos salidas, la primera: rápida y sin reflexión “sí”, la segunda: detenernos a pensar y responder sin vergüenza sea cual sea nuestra conclusión, en fin, la felicidad va al ritmo de cada uno, es como un baile, cada persona tiene su felicidad, es decir su coreografía completa y coordinada ya que ésta va al compás de su creador y quizá las otras personas que aún no se definen como una persona que reboza en alegría, quizá es solo porque están terminando de crear pasos o contando los tiempos…
Mi coreografía, en muchas ocasiones ha estado completa, pero también le he encontrado fallas y las he ido perfeccionando.
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